domingo, 10 de mayo de 2015

BOOKCROSSING

La Biblioteca y la Asociación de padres de nuestro Instituto os proponen una interesante actividad: Participar en la comunidad de amantes de los libros: BOOKCROSSING

 Es un club de libros global que atraviesa el tiempo y el espacio. Es un grupo de lectura que no conoce límites geográficos. ¿Te gustan los libros gratis? ¿Qué tal los clubs de libros gratis? Bueno, los libros que nuestros miembros liberan son gratis... pero es el acto de liberar libros el que llega al corazón de BookCrossing. Intercambiar libros nunca ha sido más excitante que con BookCrossing. Nuestra meta, simplemente, es convertir el mundo entero en una biblioteca. BookCrossing es un intercambio de libros de proporciones infinitas, el primero y único de su clase.
Aquí en BookCrossing.com encontrarás decenas de miles de críticas sobre libros,puntuaciones de libros, y recomendaciones de libros, porque cada vez que un libro cambia de manos nuestros miembros pueden hacer asientos en el diario contándole al mundo sus experiencias.
Pero vayamos al grano. ¿Sabes esa sensación que tienes después de leer un libro que te habla, que toca tu vida, una sensación de que quieres compartirlo con todo el mundo? ¡BookCrossing.com te proporciona un modo sencillo de compartir libros con el mundo, y seguir sus caminos para siempre!
Las "3 eRRes" de BookCrossing...
  • Read (Lee) un buen libro (eso ya sabes hacerlo)
  • Register (Regístralo) Se registrará y etiquetará en la biblioteca, y se publicará el número de identificación para que puedas seguir sus pasos.
  • Release (Libéralo) para que lo lea alguien más (dáselo a un amigo, déjalo en un banco del parque, dónalo a la caridad, "olvídalo" en una cafetería, etc.), y te será notificado vía email cada vez que alguien venga aquí y haga una entrada en el diario para ese libro. ¡Y si escribes Notas de Liberación sobre el libro, otros pueden Ir de Caza e intentar encontrarlo!
Suena fácil, ¿verdad? Pues lo es. Ah, y deberíamos mencionar que es absolutamente gratis y también absolutamente privado.
Así que toma un libro o dos de tu estantería (no le hacen ningún bien a nadie ahí, ¿verdad?)llévalos a la Biblioteca para su registro y deja que otro pueda llevarse el libro de la misma manera que tú puedes coger otro libro que alguien haya dejado.
Una vez leído puedes devolverlo a la Biblioteca o dejarlo en otro sitio.

Si te gusta lo que has oído de BookCrossing hasta ahora, y quieres compartir algunos de tus libros con el mundo y seguirles la pista para siempre, por favor, dedícale un minutito yÚnete a BookCrossing AHORA - es GRATIS y SIEMPRE LO SERÁ!

En este blog haremos un apartado para que puedas hacer un comentario sobre el libro , decir dónde lo has dejado o cualquier otra cosa que se te ocurra.

jueves, 5 de febrero de 2015

TALLER DE ESCRITURA. 3º ESO B


                                     TALLER DE ESCRITURA. 3º ESO B

  Los alumnos de 3º ESO B y su profesora de Lengua Castellana y Literatura, aprendices todos del bello oficio de escribir, estamos llevando a cabo una actividad llamada “Taller de Escritura”. Tras la lectura atenta de un texto que llamamos “de inspiración” (un cuento, un microrrelato, el comienzo o el final de una novela, una descripción…), la profesora propone experimentar con una técnica narrativa, un recurso expresivo, o simplemente aporta unas cuantas ideas para que la imaginación y la pluma de los alumnos vuelen...
Un día nos propusimos continuar el fragmento inicial del relato “Tatuaje”, de Roal Dahl:
“En el año 1946 el invierno fue muy largo. Aunque estábamos en el mes de abril, un viento helado soplaba por las calles de la ciudad. En el cielo, las nubes cargadas de nieve se movían amenazadoras.
Un hombre llamado Drioli se mezclaba entre la gente del paseo de la rue Rivoli. Tenía mucho frío, embutido como un erizo en un abrigo negro, saliéndole solo los ojos por encima del cuello subido.”
Aquí tenéis una pequeña muestra de cómo algunos estudiantes continuaron la historia:

TEXTO DE VERÓNICA GONZÁLEZ
En el año 1946 el invierno fue muy largo. Aunque estábamos en el mes de abril, un viento helado soplaba por las calles de la ciudad. En el cielo, las nubes cargadas de nieve se movían amenazadoras.
Un hombre llamado Drioli se mezclaba entre la gente del paseo de la rue Rivoli. Tenía mucho frío, embutido como un erizo en un abrigo negro, saliéndole sólo los ojos por encima del cuello subido.
Intentó buscar refugio en algún portal, pero nadie le abría. Estaba tan desesperado que echó a andar durante un rato largo. Se sentó en un banco y sujetó su cabeza con ambas manos como si se tratara de un pesado fardo. En ese momento, se le acercó un vagabundo; tras un leve roce con la amplia manga de su abrigo raído, le ofreció pasar la noche con él, en su cama hecha con cartoné y que tenía bien colocada debajo de un puente cercano.
Pasó allí la noche y al día siguiente decidió marcharse, no sin antes dar las gracias a ese extraño sujeto que le había dado cobijo y calor. Después de estar caminando bastante tiempo por una carretera sin saber adónde iba, una familia que pasaba por allí con su furgoneta, le paró. Por una vez en su vida había tenido suerte: el conductor que le había ofrecido acercarle a su lugar de destino, resultó ser un humilde carpintero que últimamente, gracias a los muchos chalés que se habían construido en la zona, había ampliado el negocio y necesitaba a alguien para ayudarle. Aquel fue para Drioli el comienzo de una nueva vida. 

TEXTO DE MARINA NIETO
En el año 1946 el invierno fue muy largo. Aunque estábamos en el mes de abril, un viento helado soplaba por las calles de la ciudad. En el cielo, las nubes cargadas de nieve se movían amenazadoras.
Un hombre llamado Drioli se mezclaba entre la gente del paseo de la rue Rivoli. Tenía mucho frío, embutido como un erizo en un abrigo negro, saliéndole solo los ojos por encima del cuello subido.
Pasaba bastante desapercibido entre la multitud, porque eso era lo que quería. Además, la oscuridad que cubría París aquella tarde ayudó a Drioli a meterse en el local de la puerta verde oscuro sin que nadie se percatara de ello. Cuando hubo golpeado la vieja puerta tres veces, esperado un segundo y golpeado otras dos, alguien le abrió. Echó una mirada atrás para comprobar que, en efecto, nadie le seguía y se deslizó dentro del local. Dentro hacía calor, de modo que Drioli se quitó el gran abrigo negro -que había robado a un ricachón descuidado hacía muchos años- y lo colgó en un perchero. El lugar tenía una escasa iluminación, procedente de una bombilla desnuda, y estaba únicamente amueblado con un sillón viejo de cuero y un espejo medio roto. De pronto, apareció un hombre de baja estatura, con el pelo blanco y totalmente cubierto de tatuajes. Drioli se fijó en la serpiente de su cuello. Él también la llevaba.
—¡Drioli!- exclamó el hombre, con evidente alegría.
—¡Bonjour, mon ami! —respondió su interlocutor con una sonrisa.
—¿A qué se debe la agradable sorpresa?
—Me temo que lo que traigo son malas noticias. Tiene que ver con... ya sabes... Se acercó más a la cara de su amigo para susurrar:
—Las Víboras.
La sonrisa de la cara del hombre se esfumó de inmediato.
—¿A qué te refieres? —preguntó asustado— ¿Nos han descubierto?
Drioli asintió lentamente, muy serio.
—Vaya, vaya. Habrá que hacer algo al respecto —reflexionó el hombre en voz alta —empezando por avisar a los demás y elaborar un plan conjunto.
—Las Víboras unidas de nuevo, ¿eh? —sonrió Drioli, con un rictus de amargura que delataba la gravedad de la situación.
Su amigo respondió con otra sonrisa. De pronto, unos golpes en la puerta los devolvieron a la realidad.
—¡Policía! ¡Abran!
—Drioli escupió una maldición en francés y dijo:
—Me parece que ya es demasiado tarde para planes. ¡Madre mía! ¿Cómo he podido tener un descuido así? ¡Mierda, mierda! Me   habrán seguido todo el tiempo, ¡y yo ni me daba cuenta! ¡Por mi culpa ahora...!
Pero se equivocaba, porque mientras él se rendía ante la policía, su amigo estaba abriendo una trampilla en el suelo.


TEXTO DE REBECA PEÑA
En el año 1946 el invierno fue muy largo. Aunque estábamos en el mes de abril, un viento helado soplaba por las calles de la ciudad. En el cielo, las nubes cargadas de nieve se movían amenazadoras.
Un hombre llamado Drioli se mezclaba entre la gente del paseo de la rue Rivoli. Tenía mucho frío, embutido como un erizo en un abrigo negro, saliéndole sólo los ojos por encima del cuello subido.
Aunque tuviera la aparencia de un ricachón con ese abrigo, no lo era, ni mucho menos. Drioli era pobre y ese invierno fue tan duro que se vio obligado a hacer cosas desesperadas. ¿Ven ese abrigo? Pues bien, no era suyo. Lo había tenido que robar y salir corriendo con lágrimas en los ojos. Porque era eso o morir de frío...
Mientras iba caminando por la calle, embutido y calentito, se le cruzó una chica. Tendría unos 14 años. Pero a Drioli no le llamó la atención su pelo, del mismo color que el suyo, ni sus ojos, iguales que los suyos, tampoco su ropa. Lo que le llamó la atención a Drioli fue el tatuaje que llevaba. Uno igual que el suyo. El tatuaje que les hacían a los de su “clase”. ¿Sería uno de ellos?
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TEXTO DE IKER SÁEZ
En el año 1946 el invierno fue muy largo. Aunque estábamos en el mes de abril, un viento helado soplaba por las calles de la ciudad. En el cielo, las nubes cargadas de nieve se movían amenazadoras.
Un hombre llamado Drioli se mezclaba entre la gente del paseo de la rue Rivoli. Tenía mucho frío, embutido como un erizo en un abrigo negro, saliéndole sólo los ojos por encima del cuello subido.
La noche anterior había tenido un problema: unos hombres encapuchados habían asaltado su casa y le habían obligado a pactar con ellos un trato. Él cumpliría una misión sin decir nada y ellos, a cambio, no matarían a su familia.
Drioli, ya en la calle, se dirigió al Museo de París, donde el presidente iba a dar una conferencia. Caminaba deprisa, pensando en su hija. Sobre todo en ella. Acababa de cumplir un añito y lo único que había dicho era: “Papá, papá”.
Antes de lo que hubiese deseado se encontraba enfrente del museo. Dudó si entrar o no. Al final lo hizo. Él tenía que cumplir con su misión. De repente, se dio cuenta que ya era la hora. Se agotaba el tiempo. Debía hacerlo. Entonces se colocó en medio de la planta 26 y se dijo: “Familia, os quiero”.

TEXTO DE ESTRELLA
[...] Se abrió la puerta de un restaurante cercano y el característico olor a sardinas asadas le produjo una dolorosa punzada en el estómago. Continuó andando, mirando desinteresadamente los escaparates de la zona, hasta que vio aquel libro azul, ricamente encuadernado. Se detuvo a mirarlo un momento y se volvió para seguir adelante, pero tomó a pararse y mirar de nuevo. Él ya había visto ese libro, pero dónde, eso era lo que no sabía y le dejaba desconcertado. Entró en la tienda e inspeccionó el libro por fuera y después lo abrió y miró dentro. Para su sorpresa, no había ni una sola hoja y en su lugar encontró una rosa de un color rojo intenso. Pensó que se volvía loco, ¿de qué le podía sonar un libro azul con una rosa? Se fue y siguió pensando. Habló con su amigo Josie, con el que había compartido tantas tardes; él podría saberlo, pero no, no lo sabía. Llegó a su casa y se echó a dormir un rato, pero no consiguió conciliar el sueño. Se levantó, preparó una tila y mientras la bebía, divisó un hueco que había en la vieja estantería de madrera.
¿Por qué habrá ahí un hueco vacío? —se preguntó, y fue corriendo a casa de Josie, a pesar del frío y la nieve; bueno, y de que eran las cuatro de la madrugada.
Llamó al timbre un par de veces, hasta que su amigo le abrió la puerta.
¿Qué haces aquí? ¿No sabes qué hora es? —dijo Josie.
Han robado en mi casa —respondió Drioli.
¿Y tú estás bien? —preguntó la mujer de Josie.
Hoy no, el día 27. Pensé que Cassidy había abierto las ventanas al levantarse y por eso las cortinas blancas del salón ondulaban en la brisa de aquella mañana como fantasmas inquietos, pero no había sido ella...
Para, no lo aguanto más, te lo tengo que contar —interrumpió Josie.
Drioli se asustó, pero dijo que quería saberlo. Entones Josie le empezó a contar que aquel día 27, él había entrado en su casa para coger el libro azul de Cassidy, para poder volver a encuadernarlo y hacerle algún que otro dibujo. Siempre la veían escribir en ese libro, pero no le dijo a nadie lo que escribía.
Entonces la mujer de Josie, le dio a Drioli un libro de tapa dura, de color rojo, con una gran rosa azul dibujada en el centro.
Cassidy quería que lo tuvieses tú, y que te acordases siempre de las rosas, en especial de la que tenía tatuada en el brazo derecho.
Gracias —dijo Drioli— ¿y el libro de la tienda tiene algo que ver con este?
Nosotros pensábamos que sería su diario —respondió Josie— pero no lo era, era una historia, en la que contaba…